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lunes, 28 de abril de 2014

EL MONAGUILLO




Me encanta el Rey. Si no fuera una falta de respeto, diría que el señor es un cachondo, un crack, es un máquina, no cabe duda. Y las palizas que se está dando para colaborar en sacar la economía para adelante. La anécdota del Vaticano lo supera todo. En unos momentos en que todo el mundo está cabreado. Los jueces enfurruscados con el Mnistro de Justicia y sus reformas normativas, soltando presos a porfía. A Pera Navarro le pegan un sopapo cuando iba a una comunión, la señora no fue muy oportuna, más bien cafre, a Jorge Fernández Díaz le zarandean, Aznar se enfada con Rajoy porque no le llama para los mítines, Valenciano persiste en acaloradas defensas de planteamientos ajenos a los intereses de España en la Unión Europea. En este escenario de cabreos generalizados, se inscribe el gesto de humor del Rey, propiciado por la especial simpatía del Papa Francisco que, educadamente, cedió el paso a nuestros reyes, como aire fresco que desdramatiza el panorama actual.

No hay que ver en el acto de sublime urbanidad vaticana una concesión al poder temporal que pueda alterar las relaciones Iglesia-Estado. 

Y...me voy a la Ecademia de la Administración Pública de Extremadura que tengo que hablar algo sobre el lío de las viviendas privadas para usos turísticos como consecuencia de la reforma de la LAU operada por la Ley de medidas de flexibilización del mercado de alquiler de viviendas.

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