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martes, 21 de marzo de 2023

LA DESCARBONIZACIÓN Y LA GUERRA DE UCRANIA

 



La lucha contra el cambio climático y la crisis provocada por la pandemia COVID-19 constituyen un reto de primera magnitud ante el que los habitantes del globo no tienen más remedio que fajarse y hacer todo lo posible por evitar su degradación si no queremos que la tierra sea inhabitable o que la humanidad sucumba ante la crisis económica sin precedentes ocasionada por la toxicidad infecciosa que nos asola que hasta ahora sólo ha hecho que enseñar los dientes, según anuncian los científicos epidemiólogos más inminentes.

 

Este mundo está empeñado en hacer desaparecer o por lo menos poner en constante situación de peligro el medio en el que nos desenvolvemos. Y ahora más que nunca con la guerra en Ucrania. Los recientes acontecimientos devastadores de Palatinado y los ocurridos en Bélgica consecuencia de las masivas inundaciones de julio de 2021 junto con los recientes de Turquía y Siria, no hacen sino alarmarnos aún más, sobre la conveniencia de hacer algo por la salud del clima en todas sus facetas. Ya llueve sobre mojado en el inhóspito terreno desolado con los cuatro millones y medio de muertos por Covid en el mundo. Es esperpéntico pretender descarbonizar según lo acordado en París (en 2015-2016 entre 195 países) en medio de una guerra iniciada por países firmantes del Acuerdo que arruina y pone en peligro el centro de Europa. La movilización de fondos en que se traduce (100.000 millones de dólares anuales hasta el 2.025) para financiar el clima; pero, por otro lado, lo que es bastante chocante también se está financiando su agresión como la que se está ocasionando a base de aplicar medios económico y materiales en ayuda militar en legítima defensa de Ucrania.

 

Paris y Bbuselas, a pesar de todo mantienen la importancia de los recursos financieros destinados a reducir las emisiones debidas a la deforestación y la degradación forestal y promover la conservación, la gestión sostenible de los bosques y el aumento de las reservas forestales de carbono hasta el punto de sancionar  la realización de barbecho por lo que pueda suponer de impacto ambiental (¡¡¡)  y, paradójicamente, no tiene capacidad para evitar la guerra de Ucrania ni el liderazgo mundial de los chinos.

 

Del Acuerdo de Paris es de donde surge la necesidad de la financiación y la limitación de emisiones. La Comisión Europea establece las toneladas de CO2 permitidas y crea los derechos de emisión que se subastan. La Comisión Europea y el Parlamento regularán el régimen de los EuGB (Bonos Verdes europeos) en el reglamento que se confeccione al efecto, establecerá, entre otras cosas y bajo los principios de subsidiariedad, proporcionalidad y armonización, que, determinadas empresas convenientemente registradas y controladas, actuarán como revisores externos de esos EuGB, con la finalidad de dotarles de calidad, facilitar la Unión de Mercados de capitales y evitar el blanqueo ecológico.

 

En todo caso, estamos convencidos de que se ha producido una situación mundial que da lugar a Nuevo Orden y a un New deal. La evidencia de los acontecimientos climatológicos unidas a las medidas internacionales adoptadas para paliar la crisis mundial sobrevenida como consecuencia de la pandemia nos sitúa ante un escenario a muchos años vista (agenda 2030-2050) en el que, en la labor de asesoramiento integral de las empresas más competitivas, van a yuxtaponerse elementos provenientes del conocimiento jurídico, económico, financiero y fiscal como era tradicional y en el mismo plano de importancia los provenientes del ámbito medioambiental que procuren la deseada por imprescindible sustentabilidad ecológica.

 

Y yo me pregunto, ¿no sería conveniente hacer una revisión de los planteamientos descarbonizadores habida cuenta la realidad mundial actual?