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lunes, 29 de noviembre de 2021

EL LARGO Y TORTUOSO CAMINO HACIA LAS INVERSIONES SOSTENIBLES.

 

 



No cabe otro remedio. Partiendo de que el cambio climático es un hecho que está poniendo en grave peligro el medio ambiente, no queda otra que tomar medidas para cesar en las actividades que lo perjudican y adoptar las que lo regeneren. En tal empresa se encuentran comprometidos la generalidad de los países. En Kioto, Paris, Lisboa, Copenhague, pronto será en Egipto, tal vez en el balneario de Sharm el Seij y Emiratos, en Dubái. Han tenido oportunidad de reunirse. 

En efecto, se ha decidido que se debe invertir en todo aquello que beneficie la sostenibilidad ambiental y, por añadidura, la social y la que fomente la trasparencia, la gobernanza y luche contra la corrupción. Con tales miras no se cesa en desarrollar planes, marcar objetivos y definir los impactos positivos y negativos. El 13 de noviembre de 2021 (el día de mi Santo) se inició la vigesimosexta conferencia de partes de Naciones Unidas sobre el clima en Glasgow (COP26). La que, sin excesivas alaracas sobre su éxito final, ha puesto de acuerdo a la mayor parte de las naciones desarrolladas en que hay que insistir en no producir emisiones de carbono que provoquen un calentamiento superior a los 2ºC (que se sitúe entre 2ºC y 1,5ºC), han comprometido mayores fondos para que las naciones más pobres puedan abordar sus planes de transición energética, reducir la contaminación de metano y la deforestación. Así como China y EEUU han decidido, por lo menos, tomarse más en serio la acción climática y se han adoptado importantes acuerdos en materia de comercialización de activos sostenibles haciendo especial mención a la transparencia y la contabilidad de estas inversiones como forma irrefutable de agilizar las inversiones provocando que inversores y beneficiarios de las inversiones ganen confianza e interés en la aplicación de las, consideradas como, sostenibles.

Con la encomiable finalidad de abonar ese campo infinito de las inversiones regeneradoras del clima, se han promulgado en Europa dos normativas de especial interés que están provocando conspicuas interpretaciones por los expertos en la materia. Son el reglamento que facilita la clasificación de las actividades sostenibles y el que determina cómo ha de llevarse a cabo su divulgación. Clasificación y divulgación son imprescindibles para que el proyecto magno que aglutina a naciones, inversores, fondos, etc. llegue a buen puerto.

Divulgación (2019/2088): Establece normas armonizadas sobre la transparencia que deberán aplicar los participantes en los mercados financieros y los asesores financieros en relación con la integración de los riesgos de sostenibilidad y el análisis de las incidencias adversas en materia de sostenibilidad en sus procesos y la información en materia de sostenibilidad respecto de productos financieros.

Taxonomía (2020/852): Establece los criterios para determinar si una actividad económica se considera medioambientalmente sostenible a efectos de fijar el grado de sostenibilidad medioambiental de una inversión.

Se trata de la normativa reguladora del régimen jurídico que deberá aplicarse a la finanzas sostenibles. Que son aquellas que pueden considerarse estrechamente ajustadas a los principios de sostenibilidad, sociales y de trasparencía-gobernanza (ASG). Interrelación que está siendo comúnmente admitida por todos los sujetos implicados en el sector económico.

Por favor, no confundir taxonomía con taxidermia. La raíz etimológica es la misma. Tajís significa, en griego, colocar y por extensión clasificar. Pues bien, quedémonos con esta última acepción para relacionarlo con la materia de la que vamos a hablar en este momento. Se trata de llevar a cabo una clasificación pero no de insectos o plantas como solían hacer los grandes entomólogos, biólogos, geógrafos de la época de Charles Darwin o de nuestros paisanos Miguel del Barco, de Casatejada y Antonio Pavón Jiménez, de Casas de Millán, que hicieron las delicias del otro Taxónomo, Alexander Humboldt, cuya biografía ha sido objeto de tratamiento por el ilustre geógrafo don Amando Melón Ruiz de Gordejuela, abuelo de mi amigo de la infancia, el General Togado, Carlos Melón Muñoz.

La clasificación que, ahora, procede traer a colación es la de las inversiones económicas, activos financieros o fondos mercantiles, actividades económicas en general, que son considerados acordes con ciertos parámetros de sostenibilidad. Porque sólo las actividades verdaderamente sostenibles serán las que puedan transformar la economía europea para que sea más ecológica, resiliente y circular. En esta transformación están comprometidos la mayor parte de los países desarrollados. Se trata de ganar el futuro. Apuesta imprescindible que gira sobre el medio ambiente, las relaciones sociales y la ausencia de corruptelas. Estos tres factores están actualmente en franco retroceso debido a: comportamiento extraño de la naturaleza, la pertinaz y abrumadora diferencia social y, por último, la contumaz obsesión por el lucro ilegitimo.

La definición de divulgación que diseña el reglamento antes referido no debe quedarse en el vulgar y prosaico concepto de transmisión de información por los encargados de producirla: medios de comunicación. Que, también. Afecta a su sentido más profundo, de qué requisitos deben tener esas actividades para que sean transcendidas a los demás. A su núcleo. Fundamentalmente a su rigor con el compromiso que están llamadas a desempeñar y su transparencia. Después de Glasgow ya he oído la queja de algunos periodistas echando de menos fondos europeos para subvenir estancia y alojamiento a diestro y siniestro en las diferentes partes del mundo donde se celebran estas conferencias.