Aldo pierde el tiempo. El universo es
inconcebible. Pero igual de inconcebible que otras desproporciones
inconmensurables. Tampoco os molestéis: Bosón, Higgs o Alfredo. Persisto
en la teoría de la ultrainconcebibilidad. Sin embargo a Ray, por
ejemplo, lo inscribiría en una corriente modernista rectificada con cierto
amejoramiento underground psicorevolucionario. Disculpa mi atrevimiento. Así te
ví tres años ante de tu “Rendición”Un sueño, caos. El niño ajeno, la esperanza.
Un delirio, la guerra, el drama social, el agente de zona, el gobierno
provisional Incertidumbre. Hubiera preferido se llamara Edmundo y no, Julio.
Estos son tiempos de rosas. Del color de la rosa de Bengala que Borges,
sí, concibió en Aleph. Ya se fueron los claveles urbanos y se marchitaron las
pintorescas peonías en Las Paredes. Los berros del arroyo de Las
Encinas eran el habitat de las maravillosas pintadas salamandras que capturábamos mi
hermano Manolo y yo pensando venderlas en el acuario de Critikian.
Juan-René Critikián Rocafort vendía y compraba bichos raros y los exponía en su
tienda de Rosales. También se dedicaba a organizar excursiones convencionales
por la península (de ahí la flota de autobuses de Juliá Tours que solíamos ver
aparcados en Rosales); y, de turismo extrm, por las selvas amazónicas allá por
los inconcebibles años setenta.
Como el pánico que nos producía el
desgarrador grito inconsolable de aquella “avecita de oro”, de la orihuela o la
oriolus-oriolus -como la conocía mi padre que se sabía el
nombre científico de una infinidad de especies, porque decía se lo habían
enseñado en una asignatura que estudió en su Bachillerato que se llamaba
“Rudimentos de Agricultura”. Nos quedábamos perplejos con la cantidad de
nombres científicos que recordaba. Mi hermano Juan Luis y Eugenita,
durante algún tiempo, continuaron con esa afición-. El grito inmanente era
como una indignada protesta salvaje desde la más alta rama del ralo alcornoque
que emergía junto al brocal del pozo del camino de la Huerta. Un
lógico reproche ante nuestra brutal apropiación del nido eclosionado Y la
felicidad que sentimos, por el acto de justicia inmediata que nos llevó a
restituirlo, ganando el silencio de la canora.
"Una brumosa noche esconde
hermosura. Húmedos muros que anuncian una historia de calles pegajosas por el
fango urbano. Lucen, silenciosas, bullicio acromático que ilumina mi ausencia.
Agua, frío y luz... La sombra no espera. Fuera: la luna inexistente alumbra
todo. Rosa, fuego y aroma... Un onomatopéyico ladrido callejero anuncia un
drama de conciencias rigurosamente degeneradas y, culpablemente, silenciadas.
Graves instrumentos sin apenas templar. Oro... frío, agua... invaden NUESTRA
inocencia.". Acaba de nacer Rodrigo. Estamos a 3 de enero de
1998.
👌
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