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jueves, 22 de agosto de 2013

INDEPENDENCIA ECONOMICA



Con la gestión de las cuentas también hay que andarse con remilgos. La independencia del órgano controlador de las mismas es imprescindible. Esta sobradamente acreditado que el responsable máximo del ente generador de actos económicos susceptibles de ser controlados debe mantenerse al margen de la función fiscalizadora. Esta marginalidad que enunciamos está directamente relacionada con la independencia imprescindible con que deben actuar quienes tienen encomendada la tarea de gestionar y controlar (extra o intra orgánicamente) cuentas. Por eso quienes se responsabilizan de la función deben ser especialmente cuidadosos con la pulcritud de los cometidos que tienen asignados.

Con esto quiero decir que la independencia significa que ante la posible asunción discrecional de gastos e ingresos por parte del dirigente de un equipo, como consecuencia de su gestión siempre debe tener la limitación del reparo que, autónomamente, le pueda hacer quien ha asumido la responsabilidad de gestionar las cuentas. El oprobio consistiría en lo contrario: que la condición de dirigente supremo de una institución le confiriera la absoluta discrecionalidad sobre los recursos económicos de los que pudiera disponer a su antojo. Lo normal; lo usual y ordinario es que esto no suceda. Que se establezcan medidas de contención y adecuación legal del gasto por quienes tienen encomendada la tarea de control. 

La pretendida atribución de responsabilidades económicas a quienes no ejercen esa función es técnica y jurídicamente un dislate; si no lleva aparejado un elemento probatorio que, sin dejar lugar a dudas advere, la utilización irregular de los fondos. Efectuada esta comprobación no tendríamos más remedio que admitir el haber incurrido en una conducta reprobable. En otro caso y entre tanto se pudiera llegar a desvirtuar la presunción de inocencia, cualquier intento de atribuir consecuencias políticas y penales (y viceversa), debe ser considerado como una torcida manera de desprestigiar partidos, instituciones y personas que no tienen justificación de ningún tipo, ni tampoco en la legítima pretensión de volver al gobierno.

Tesoreros infieles los ha habido y los habrá, por desgracia. Unos se delatan y otros no. Las habas cuecen por doquier.

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