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miércoles, 25 de marzo de 2015

COLÓN Y DOÑA MARINA




En ir costeando, consistía el sistema de navegación de los exploradores extremeños cuando el descubrimiento de América. Siguen el método de los portugueses. La influencia de Portugal en Extremadura y al revés era notable. En el 1480 un ilustre, vecino de Calzadilla de Coria, el pueblo del lagarto, Don Diego Ortiz de Villegas, tuvo oportunidad de entablar estrecha relación con el rey don Manuel y con el rey don Juan ambos de Portugal, que traían causa de don Enrique el Navegante. Tanta relación llegó a tener que le nombraron obispo de Tánger, de Ceuta y de Visseu. Esta interrelacion hispano portuguesa también tuvo que ver en los modos de navegar y explorar. La trayectoria convencional consistía en navegar a lo largo del continente africano. Sin perder de vista, en la medida de lo posible, la costa. Y, a la altura de las islas de Cabo Verde, adentrarse en el océano sin saber ni hasta donde ni hasta cuando. Los portugueses hicieron varias incursiones náuticas de este tipo pero solían darse la vuelta sin tocar pelo. El pelo de la aventura del descubrimiento. 

Bajo este sistema Colón introdujo, además de sus archiconocidas innovaciones, un elemento original sobre el régimen al uso de los marinos portugueses que consistió en efectuar el adentramiento bastante antes. Esto es, a la altura de las Islas Canarias se aventuraba mar adentro. Lo que además le permitía efectuar una primera parada logística de avituallamiento. Por esta derrota se daban favorables vientos que propiciaban una ágil navegación hacia oeste.

Una vez en el nuevo continente e islas próximas, insistían en el método portugués de costear sin perder de vista el litoral. Ahora, aquí también por el temor a lo desconocido pero con importantes dificultades de navegación dadas las características geológicas propias de estas zonas marítimo terrestres en las que, en su litoral, proliferan las barras de tierra y la poquísima profundidad del mar. De modo que la navegación cómoda de nuestras peculiares embarcaciones (carabelas, cocas y demás) no se produce sino hasta bien adentradas en la mar, con los consiguientes riesgos de naufragios y perdidas de singladura cuando padecían los frecuentes acontecimientos climatológicos adversos propios del mar del Caribe. Encallamientos y roturas de los cascos de los barcos, que ya venían perjudicados por el bicho de "la broma" y a causa del rozamiento con el fondo, estaban a la orden del día. Muchas veces se veían obligados a tener que aligerar de peso las embarcaciones desprendiéndose de valiosos o indispensables enseres para poder recuperar flotabilidad y continuar la navegación.
Generalmente las incursiones por las tierras descubiertas se hacían desde la costa donde acampaban hacia el interior aventurándose a lo sumo unos 24 kilómetros por dia. Siempre regresaban donde habían asentado sus reales (al "real") al final de la jornada. En una de estas incursiones, comandadas por Pedro Alvarado (alias Tonatio, que para los indios quiere decir Sol -a los indios les impresionó su apostura y magnanimidad-) contactaron con indios que les trasladaban sus preocupaciones por la situación de opresión a que les sometía Moctezuma. Uno de los indios que más protestaba y con mayor intensidad demandaba la ayuda de los intrusos era el Cacique Gordo. Gordo, según nos cuentan los cronistas de la época, tenía una hija fea...no...lo siguiente... Gordo, hizo considerables regalos a Cortes (entre otros, Malinche, la que luego fue Doña Marina) en la seguridad de que le iba a defender de la opresión de los recaudadores de Moctezuma. También le regaló su hija, la fea (sin embargo a Hernández de Portocarrero le ofrecieron una india que dicen era muy bella). Cortés enseguida se deshizo del presente y se la quitó de encima endosándosela a un capitán. También le regaló, Gordo, un casco lleno de oro y unas bandejas del tamaño de ruedas de carro que representaban el sol (la de oro) y la luna (la de plata). Cortés haciendo gala de sus dotes político-diplomáticas se comprometió con Gordito, (perdón por la licencia pero el mote que le pusieron los conquistadores tenía miga) en el sentido demandado. Se erigió en defensor del pueblo oprimido. Pero, con cierta hipocresía que hoy no llamaría mucho la atención. Se supo hacer el defensor de los recaudadores de Moctezuma que habían sido apresados por indicación suya por los cempoalos. Es el doble juego que tan en boga está en nuestros días. Lo que sí está exento de dudas es que Moctezuma no quería ni por el forro recibir a los conquistadores ni tenerlos cerca. Prefería tenerlos agasajados pero de lejos. Debió ser el precursor de la política del problema "distinto y distante". Que se las vieran con sus enemigos de Cempoala o incluso con sus vasallos de Tlascala pero fuera, lejos de su territorio.

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