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viernes, 21 de febrero de 2014

LOS MÓVILES



Cambiando de tema que no se por qué me como tanto la cabeza con un asunto que ni me va ni me viene y que mi posición en pro de la infanta tan pocos partidarios tiene y, para que la peña se entretenga el fin de semana otro poco en defensa de quien tampoco disfruta de muchos seguidores: Wert.

Creo que van tomando cuerpo la nuevas políticas educativas orientadas a mejorar los resultados de la enseñanza mediante la necesaria racionalización de las previsiones económicas establecidas “ad hoc”. Estos, los resultados, a nivel estatal y, singularmente, en Extremadura no han sido considerados como muy alentadores en los últimos informes PISA (Programa para la evaluación Internacional de Alumnos). Sin embargo, las orientaciones diseñadas desde el departamento del vilipendiado Wert para obtener objetivos más favorables que los recogidos en el último Informe Español deben estar tomando carta de naturaleza dentro de la población estudiantil. Lo comprobé cuando, el otro día, iba por la calle hacia mi trabajo, y tuve la oportunidad de oír como un joven (debía ser un estudiante) a través de su teléfono móvil decía lo siguiente:

“-Estos hijos-puta no sólo no respaldan a quienes saquen buenas notas sino que sancionan a quien no lo haga...”.

Esto era lo que literalmente iba comunicando a su, para mi lógicamente, ignorado interlocutor. La conjetura no me pareció que estuviera mal traída desde el punto de vista lingüístico por el joven-telefónico-transeúnte Y por eso me dio que pensar.

Dos precisiones preliminares imprescindibles. Precisión una, en efecto, quien escucha su mal oye. Quede constancia de que, en principio, en mi caso, no tenía voluntad de atender a la conversación telefónica ajena, con lo cual oí sin prestar atención. En cualquier caso debo aplicarme el refrán y darme por aludido por el insulto indefinido proferido de adverso. Precisión dos, los moderados usuarios de móviles entre los que me encuentro, estamos cansados de sufrir los excesos verbales de los apasionados por este medio que suelen utilizarlos en público, a grito “pelao”, sin recato ni rubor sino, más al contrario, urbi et orbe. Exteriorizando, así, sus intimidades en evidente jactancia no se si del contenido de la conversación (para que veáis los importantes temas que trato), del artilugio de última generación que usan (para que os déis cuenta del maravilloso artefacto que tengo), o de la ajetreada vida que llevan que les obliga a atender sus necesidades telefónicas en cualquier momento (para que os enteréis de lo ocupado que estoy). En resumidas cuentas, falta de educación y de respeto a los demás.

Hasta aquí, observaciones de urbanidad. El fondo, lo verdaderamente importantes, es que quién así se expresaba debería haber experimentado los nuevos criterios estratégicos establecidos para ser beneficiario de alguna ayuda relacionada con la enseñanza. La queja incidía sobre la “inconcebible” decisión administrativa de favorecer económicamente tan sólo a quienes obtuvieran buenas calificaciones.

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