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jueves, 16 de enero de 2014

LA INFANTA, LOMBROSO, BECCARIA Y EL JUEZ CASTRO

Lo que pasa es que la infanta nos cae gorda. Pero, nos cae gorda, porque, entre unos y otros, nos han acostumbrado a considerarlos, me refiero a los miembros de la Casa Real, muy próximos. Muy iguales a nosotros susceptibles de ser valorados subjetivamente como si de nuestro "colega" o "tronco" se tratara. Tienen nuestras mismas costumbres, idénticas aficiones, se desenvuelven socialmente en ámbitos parecidos a los nuestros. A cualquiera de ellos, sin duda alguna, podríamos tratarlos como a la vecina del Quinto Derecha Interior con la que asiduamente coincidimos en la panadería de Jaime. Entonces, ¿qué ha ocurrido?: la monarquía se ha democratizado y en esa labor se ha contribuido, me consta, denodadamente desde dentro de la propia Casa Real. Bien. Eso está bien, pero, igual que cuando llegó la democracia se consideraba modernidad y superación del "ancien regim" apear el tratamiento; de modo que cualquiera con improbos esfuerzos, a veces, te trataba de tú y se dirigía a personas dignísimas y absolutamente desconocidas para el interlocutor con una familiaridad que, hasta entonces, era impropia y llamativa; pues, con la Casa Real y sus miembros ha venido ocurriendo lo mismo: se les cortó por el mismo rasero y éllos, con sus hábitos y con sus decisiones matrimoniales se pusieron en la tesitura y proximidad social de poder estar al "alcance" de cualquiera. Como hemos visto, incluso, para matrimoniar: ¡Señora, meta usted un príncipe o una princesa en la escalera de su bloque¡

En efecto, esta visión sin duda, es la que ha debido presidir los razonamientos tenidos en cuenta para imputar a la infanta. Y esto es lo que parece distar mucho de ser la justicia que queremos sirva para TODOS. Porque, igual que con BECCARIA (el penalista no el Presidente del Consejo Consultivo) se evolucionó a la concepción derecho Penal moderno de nuestros días y, posteriormente, se desdeñaron las doctrinas auspiciadas por LOMBROSO en el sentido de que el abito hacía al monje, igualmente, debieron abandonarse los prejuicios derivados, a contrario sensu, de la condicion de monje o monja. O por el sólo hecho de que nos pueda caer gorda una persona sin otra razón de que podamos ser un poco envidiosínos. Aquí es donde se debe sustentar la madre del cordero de la estrategia de defensa de la infanta. Usted concrete hechos y déjese de suposiciones. También se superó la denostada inquisición que, por otra parte, en su época supuso la incorporación de ciertas garantías procesales hasta entonces inexistentes. Todo esto, para mi, no es sino una sintomatologia más del malentendido ¡ya somos todos iguales¡ cuando, curiosamente, no es sino al cabo de 30 años cuando nos damos cuenta de que tampoco eramos todos tan iguales y es ahora al cabo del tiempo, cuando hay que hacer el esperpento (dicho sea en términos pirandelianos) de tener que ir al Notario a renunciar del aforamiento que constitucionalemnte teníamos reconocido, como han hecho otros.

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