Monsanto debió de estar gestionado, en el pasado, como todas las plazas fronterizas por órdenes militares. A esta le correspondió a los templarios.
Es la segunda vez que voy a Monsanto. La primera fue cuando Rodrigo iba en cochecito y hubo que empujar con fruición para conseguir remontar las calles de Monsanto para alcanzar el observatorio que se consigue desde los restos de lo que, en su día, debió ser castillo. Me ha llamado poderosamente la atención lo bien recuperado que esta el pueblo. La rehabilitación de sus casas es admirable. Llama la atención el cuidado que se ha puesto en evitar la desagradable percepción del cableado urbano a pesar de existir una importante y no impactante iluminación. Sus huertos difícilmente accesibles, cenadores, le dan un especial encanto.
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