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sábado, 20 de marzo de 2021

CAMBIOS DE CARÁCTER

 


El transcurso del tiempo provoca cambios significativos en el carácter y las costumbres de las personas. Algunos son inherentes a la evolución física del sujeto. Otros tienen relación con el carácter de las personas. Los que voy a comentar en esta ocasión son más acusados en el varón. De la rebeldía adolescente en la que el síntoma más característico de la personalidad del individuo es la antipatía consecuencia de su pertinaz enfado con el mundo que, a menudo, raya en la imbecilidad del comportamiento juvenil; pasamos a la época de madurez en la que, con frecuencia, el sujeto suele mutarse en Simón el Simpaticón como crisálida previa al estado de senectud en la que ese mismo individuo se transforma, ahora, en Simón el Bonachón. Lo que antes eran gracietas constantes; acertadas bromas y elocuentes chanzas, chascarrillos, chistes y dicharachos que suelen hacer las delicias de la concurrencia con gran regocijo de su intérprete; ahora, se incrementan con bondadosos elogios a todo el mundo, sentidas obras de caridad y actos de infinita misericordia tanto en su vertiente más dinámica (comisión por acción) dentro de los que pueden inscribirse la asistencia a toda suerte de actos litúrgicos con motivo del fallecimiento de familiares y conocidos; asistencia a centros hospitalarios en los que se recuperan deudos y conocidos; como en la más saludable de la acción por omisión impregnada del abandono de antiguos hábitos reconfortantes para el espíritu aunque perjudiciales para la salud (no beber, no fumar, no salir sólo, no trasnochar, no, no, no) culminan con un último estadío que es más padecido por el entorno próximo. Y quizá con mayor intensidad de padecimiento que los estatus precedentes, que es el de abuelito Cascarrabias. Donde se produce una vuelta al carácter de insoportable adolescente. Un retroceso. Todo retrocede.

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