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miércoles, 25 de enero de 2012

A LA CONQUISTA DE LA NUEVA ADMINISTRACIÓN

(Cont. de "I want you")


Sí. Se trata de conquistar la administración que tenga por objeto único el interés público. Este debe ser, como de hecho parece ser que lo es, uno de los retos prioritarios del equipo Rajoy. Porque hay que reponer la administración a su ámbito esencial de donde no debería haber salido. Después de 25 años de disparatada sobredimensión es más complicado. Los perfiles alcanzados son espectaculares gracias a la creación de entes sin tasa ni medida. Pero la necesidad debe convertirse en virtud y no deben escatimarse esfuerzos en alcanzar el reto de conquistar la nueva administración, lo que se ofrece imprescindible para salir de la crisis en que nos encontramos.

Volver a la Administración que, con eficiencia y eficacia, fundamenta su razón de ser en el bien general. En el servicio. Es que esto parece de Perogrullo pero el devenir de los tiempos ha ido sedimentando un concepto distinto de la función pública. Bien por los propios malos hábitos que se hayan podido ir convirtiendo en costumbre y esta en norma; bien por la propia manera establecida para acceder y permanecer en los puestos administrativos, desde mediado el siglo XIX hasta ahora, que parecía ser que una vez se accedía, ya ni un tsunami podía deshacer la situación. Con lo cual el servidor “público” desde esta posición de privilegio hace y deshace a su antojo. Antojo, en el que la restricción proveniente de la denominada arbitrariedad ya suena a cuento chino que enseguida se puede desmontar con eso de que todo acto reglado debe incorporar algún elemento discrecional para que pueda llevarse a cabo sin incurrir en arbitrariedad. En este hacer y deshacer a su antojo también interviene otro elemento enervante para el resto de la ciudadanía que es llevarlo a cabo cuando peta y dada la multitud de cosas que suele hacer al cabo del día petar, petar, peta bastante  pocas  veces. Mas, como quiera que en su situación laboral el funcionario se encuentra amparado por todas las normas protectoras en materia de función pública y la responsabilidad está diluida por mor del principio de jerarquía administrativa, en la que adquiere especial relevancia el derecho fundamental, casi estatutario, del “está en el desayuno” o lo que es lo mismo “está reunido” y como corolario tenemos además la extendidísima y categórica afirmación no exenta de cierta razón del: ...”p´a lo que me pagan”; entonces, la conclusión percibida por el atribulado administrado es la de irse como ha venido o quizás, peor, más incierto aún por la gravedad de las múltiples normas que a diario se ve obligado a cumplimentar pero que en su realización tan sólo ha obtenido una respuesta que podríamos sintetizar en el “dies certus an incertus quando”, en el mejor de los casos, o “vaustealamierda” del Cansino Histórico si tropezamos con algún desabrido agente público y la comprobación de la infinidad de servidores dedicados a múltiples actividades como “solitarios en el ordenador”, conversaciones telefónicas sobre la preparación del menú doméstico o la entrada y salida de los puestos de trabajo con pesadas bolsas del carrefur, lidl o del dia.

De lo, hasta aquí, expuesto se pueden despejar fácilmente las conjeturas a que me refería en mi anterior “I want you” sobre el “quién, cómo, cuándo y por qué”.

Luego me reafirmo en la necesidad de regenerar la idea de misión que debe llevar implícita toda actividad administrativa para que bajo el, anhelante, objetivo de servicio al ciudadano se le transfieran toda una suerte de métodos y prácticas perfectamente adecuadas al fin pretendido y le satisfagan plenamente en su proyectada o emprendida actividad contando con el amparo de la administración de los nuevos tiempos y no el obstáculo de la onerosa y aburrida administración periclitada.

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